TÚNEZ

Túnez, a orillas del Mediterráneo, ha sido a lo largo de la historia punto de encuentro entre los países de Oriente Medio y los mediterráneos. Ha sido un territorio largamente invadido por muchos otros pueblos. Estas características se dejan sentir en sus gentes. Hay un gran mestizaje. Es un país ideal para el viajero que quiera conocer la cultura árabe pero, a la vez, se puede aprovechar para visitar la extraordinaria cantidad de vestigios de otras culturas (púnica, romana, bizantina, berebere, hispánica, turca y francesa, principalmente).

Los aeropuertos internacionales de Monastir y Cartago son las dos vías principales de acceso en avión al país. Desde Madrid, en dos horas se llega a Túnez, después de sobrevolar las islas Baleares y una buena parte del seco paisaje argelino del norte.

 

Monastir

Es una ciudad turística por excelencia. En sus cercanías se encuentran gran parte de los mejores hoteles del país. Al lado de su aeropuerto se distinguen en primer lugar las grandes extensiones de las Salinas Cotusal, de color blanco o rosáceo. Monastir es la ciudad natal del ex presidente Habib Bourguiba, padre de la independencia tunecina.

Para visitar la ciudad se puede empezar por el centro, donde está situado el mausoleo de la familia Bourguiba. El monumento está construido con piedra pulida, cerámica azul y mármol de Carrara. Tiene dos minaretes de mármol gris rematados con cúpulas doradas; a continuación, las cuatro cúpulas ornamentadas en relieve, una dorada deslumbrante y, tras ella, tres de color verde dorado en honor del padre, la madre y la primera esposa del ex presidente. Al principio de la avenida hay dos “kioscos” poligonales abiertos. Uno de ellos corresponde al Monumento a los Mártires. Al fondo se alza el ribat (siglo VIII), uno de los monasterios fortificados en que vivían, oraban y luchaban contra los cristianos, los primeros eremitas musulmanes. Este ribat ha servido de escenario para películas como “Jesús de Nazareth”, “La vida de Brian”, “Anno Domini” o “Piratas”. Cerca está la Mezquita de Habib Bourguiba, cerrada totalmente a los infieles, por lo que es imposible observar los magníficos suelos, candelabros, puertas talladas, columnas o fuentes de su interior. La mezquita da entrada a la Medina, cuya calle principal está llena de tiendas, bares y peluquerías. Los bares que hay frente al mausoleo de la familia Bourguiba son un excelente lugar para divisar de golpe casi todo lo que he nombrado hasta ahora, mientras se saborea un delicioso té a la menta.

 

Sousse

            Es una ciudad turística muy popular. La plaza Farhat Hached es el centro visible de la ciudad, rodeada de cines, cafés y restaurantes. En estos restaurantes, una comida típica tunecina, con un buen vino del país, puede costar 20-25 DT para dos personas. Merece la pena una larga visita a la Medina, a la que se puede entrar por la plaza de los Mártires, donde se encuentra la réplica, realizada en escayola de color rosa, por Selmi, del grupo de Rodin “Ciudadanos de Calais”. Las ocho figuras representan a los 12 mártires de Sousse de enero de 1952. Enfrente destaca el ribat. Se entra a él por la barbacana, con cuatro vanos en la parte superior para accionar los rastrillos y lanzar aceite hirviendo. En su interior hay un sencillo patio y una primera galería de celdas. La escalera, de 73 peldaños, conduce al nador (torre de vigilancia). Desde aquí se divisa muy bien toda la ciudad: la antigua, la nueva y el puerto. Enfrente está la Gran Mezquita, de la que sólo se puede visitar el patio. A las mujeres las cubren con una chilaba y a los hombres, si llevan pantalón corto, les cubren las piernas con un pañuelo largo.

Detrás de la Gran Mezquita está la Rue Paris que atraviesa todo el zoco. Los españoles son rápidamente “detectados” y para conseguir que compren en él se utilizan frases como: “pecador de la pradera”, cómprame algo que aquí está más barato que en “la Pryca”, y otras similares. Desde la rue Paris salen callejuelas que atraviesan toda la Medina donde existen pequeños bares donde se pueden saborear los productos típicos tunecinos (ensalada tunecina, pescados a la parrilla, dulces...). Al final se llega hasta las murallas por Bab el Gharbi, la puerta oeste. Muy cerca está la Kasba y el pequeño museo El Bardo, con muchos mosaicos.

            En Sousse se puede aprovechar para comprar artículos de piel y cerámica a buen precio. Los bazares que se encuentran en la avenida Habib Bourguiba, cerca de las playas, son una alternativa al zoco tradicional.

En las cercanías de Sousse, a 1,5 km, se pueden visitar las catacumbas y una necrópolis paleocristiana de los siglos III y IV.

 

Túnez, la capital del país

            Es una ciudad animada con una población de más de un millón ochocientos mil habitantes, donde lo primero que destaca es el intenso tráfico. Los autobuses dejan en la plaza 7 de noviembre, con su torre del reloj. Andando al frente, se pasa por delante de la Catedral de S. Vicente de Paúl, con un Cristo dorado y ángeles con trompetas.

            Un poco más adelante se encuentra la entrada a la Medina, cuya calle principal es la rue Jamaa ez-Zitouna. Es una zona animadísima y llena de “guías españoles” dispuestos a enseñarte lo que más les convenga a ellos. Hay una gran cantidad de bazares de cerámica, alfombras, perfumes, artículos de piel... En el zoco de los perfumeros hay pequeñas tiendas decoradas de verde y oro donde venden henna y distintas hierbas olorosas desde el siglo XIII. Un frasquito de 40 g de esencia, que da para más de ½ litro de colonia de la marca que quieras, cuesta entre 8-12 DT. Pegada a la Medina está la Gran Mezquita de Túnez, que es la mayor y más antigua mezquita del país, y la segunda en importancia después de la de Kariounan (ciudad santa del Islam). Abre de 9 a 12 h.

Una visita que no puede faltar es la del Museo Nacional de El Bardo, con una impresionante colección de mosaicos romanos, la mejor del mundo, sin duda. El Museo está dividido en tres departamentos: paleocristiano, romano y musulmán. Destaca sobre los demás el dedicado a la época romana. La sección paleocristiana  contiene varios sarcófagos, lápidas, mosaicos  y fuentes. Si hacéis la visita en un viaje organizado desde otra ciudad tunecina, no da tiempo a ver adecuadamente todos los sectores. Para el Museo es preciso dejar al menos una mañana completa. Hay también,  procedentes de Cartago y de Sousse, cámaras de estelas y objetos de barro cartagineses. La sala de los tesoros cartagineses suele estar cerrada al público.

 

Cartago

            La capital del imperio cartaginés es hoy una zona residencial muy ajardinada. Muchos restos se han perdido por las edificaciones que han puesto sobre ellos. La UNESCO, en 1972, evitó que se siguiera construyendo sobre las ruinas. Los restos están muy diseminados. Destacan las termas de Antonio Pio, al mismo borde del mar. La vista actual de las termas es impresionante teniendo en cuenta que sólo se conservan los cimientos de los baños. Las verdaderas termas se encontraban en un piso superior, a la altura del paseo desde el que ahora se ven los restos. Hay que tener cuidado a la hora de hacer fotos pues no se puede tomar ninguna imagen del Palacio Presidencial, que queda encima, a la izquierda, de las termas. De las columnas que sostenían la cubierta sólo queda un capitel corintio que pesa alrededor de cuatro toneladas, y ahora remata “la gran columna” erigida ante las termas. La construcción de las termas empezó con Adriano (117-138) y terminó con Antonio Pio (138-161).

            También puede visitarse el Parque Archéologique des villas romaines, el Teatro de Adriano, el Anfiteatro de los Mártires, las termas de Gargilius. Todos los restos están tan dispersos que lo mejor es hacer la vista en coche o en coche de caballos.

 

Sidi Bou Said

            Es una pintoresca población que aparece en casi todos los folletos turísticos de Túnez. Está justo al lado de Cartago, y fue fundada por un andaluz, Abu Said Califa bin Yahia et Temini el-Baji. Sus casas están pintadas de azul y blanco, con las puertas claveteadas y rejas negras. Hay una gran cantidad de tiendas con los artículos típicos de la zona. Tiene algunos bares y restaurantes con vistas espectaculares desde sus terrazas. Merece la pena detenerse un rato y saborear un té a la menta sentado en sus asientos cubiertos de alfombrillas, mientras se observa el paisaje.

            Si vienes en autobús, la parada de éstos es un auténtico caos, en medio de las tiendas. Hay una galería, pequeño museo,  dependiente del municipio, donde se celebran exposiciones diversas frecuentemente.

Por citar algún establecimiento interesante, podría recomendar el café des Nattes y el restaurante Dar Zarrouk.

Por último, recomendaros que toméis agua envasada. Es fácil que se altere nuestro intestino con lo que aquí llaman “venganza de Aníbal”, una fuerte diarrea. Así que cuidado.

 

 

 

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